CASA ZABALARENA
Un lugar donde disfrutar de la naturaleza, descansar del estrés de la ciudad y respirar aire puro en un entorno incomparable, a las puertas de la Selva de Irati.
HISTORIA DE LA CASA
«Desde este día en adelante, la Ayezcoa servirá a nuestros batallones de seguro refugio, cualesquiera que sea el número de enemigos» (Tomás Zumalakarregi)
Gracias a los recursos que ofrecían los montes y ríos del entorno, desde la Edad Media Orbaizeta contó en su comunal con una ferrería. Sin embargo, en 1784 el Valle de Aezkoa cedió la ferrería de manera fraudulenta a la monarquía española, convirtiéndola en fábrica de municiones. Desde entonces, la existencia de la fábrica provocó que Aezkoa, y Orbaizeta en particular, pasaran a ser un objetivo militar en las cinco guerras sufridas entre 1793 y 1876.
En todos estos pasajes históricos, en plena naturaleza, se encontraba casa Zabala como espectador privilegiado, a escasos 500 metros de la fábrica. En sus muros descansó uno de los personajes más relevantes de la historia contemporánea de Euskal Herria, el general Tomás Zumalakarregi, antes de conquistar la fábrica de municiones a dinales de enero de 1834.Tras este episodio, aún quedarían dos conflictos armados más en el siglo XIX, en los que la fábrica y sus alrededores serán lugar de retirada y conquista de unos y otros. Posteriormente, tras la guerra del 36, casa Zabala fué testigo de la militarización del Pirineo, de la barrera fronteriza que el dictador Franco levó a cabo en la década de 1940 mediante la construcción de casamatas, nidos de ametralladoras o asentamientos de observación que aún hoy son visibles en las inmediaciones de este lugar.
El político pamplonés Pascual Madóz hará referencia a esta casa en su célebre obra Diccionario geográfico-estadístico-histórico, citándola como «casa-mesón Zabala». Un lugar, por tanto, de acogida, estratégicamente situado por su cercanía a la frontera, a los hombres de armas, pero también a crómlech y dólmenes, a monumentos megalíticos que contribuyen las primeras huellas humanas en los montes que le rodean. Al pastoreo trashumante que sirvió de modo de vida a incontables generaciones de orbaiztarras, y del que aún nos hablan nuestros abuelos. Y claro está, de una ruta esencial para el contrabando en tiempos de miseria.
Si algo sabemos de los orbaiztarras en su capacidad de adaptarse a un medio físico de largos y duros inviernos, pero también a los conflictos que otros les generaron. En todos ello, como espectador privilegiado, como testigo directo, continúa estando casa Zabala.